Magdalena Medio presenta una insólita imagen de una mujer suspendida horizontalmente de una gruesa cuerda que emerge del borde superior del papel y amarra con firmes nudos su pierna derecha y las manos a su respaldo. Está de espaldas hacia nosotros, su cabeza cuelga de su cuello, su pierna izquierda se tuerce en el aire, lleva sus pies descalzos, una sencilla blusa blanca y una falda marrón que cuelga de la cadera. A diferencia de las otras obras incluidas en esta selección de arte colombiano que se relaciona con los presupuestos del arte pop, el presente trabajo no ostenta colores planos y llamativos, no alude a ningún célebre personaje ni producto comercial, y tampoco hace referencia a algún elemento característico de la cultura popular colombiana. En cambio, sus colores son tenues, pardos, casi transparentes, y son delimitados por una finísima línea que dibuja los detalles volumétricos del cuerpo, la ropa y la soga. El color transmite una sensación de mutismo y solemnidad que complementa la apariencia frágil y leve del cuerpo desfigurado por el jaloneo de la cuerda. Evidentemente, la obra transmite un instante de intimidación violenta y tortura contra un cuerpo anónimo.
En el momento que Sonia Gutiérrez realizó este trabajo, la zona geográfica colombiana conocida como el Magdalena Medio comenzaba a vivir una acelerada situación de violencia generada por el enfrentamiento armado entre el ejército, la guerrilla y grupos paramilitares. Entre otros motivos, este conflicto se originó a raíz de la conformación de grupos armados de tendencia izquierdista que reclamaban derechos políticos y sociales ante un sistema de gobierno en el cual los dos partidos tradicionales habían negociado la repartición alterna del poder por cuatro periodos presidenciales (1958-1974). Eventualmente, los grupos insurgentes trocaron sus intereses y se generó una guerra interna ocasionada por la ambición de posesión y dominación de territorios. No obstante, como señala Medófilo Medina:
“Desde las instituciones del Estado se produjo una trasgresión de los límites legales dentro de los cuales debía mantenerse la guerra contra la subversión. Se hizo uso del apremio y la tortura como método válido para obtener confesiones. Tales procedimientos no eran nuevos en general, pero sí lo era su aplicación con respecto a las capas medias de las ciudades. Justo en 1977 la opinión pública conoció el caso de Omaira Montoya Henao, militante del ELN quien fue desaparecida supuestamente por la Segunda Brigada del Ejército. Desde entonces se fueron conociendo las estadísticas de combates, desapariciones, secuestros, ejecuciones, homicidios de diverso tipo, masacres, fenómenos estos que han mantenido su alto perfil a lo largo de veinte años.” [1]
La serigrafía Magdalena Medio hace parte del Graficario de la Lucha Popular en Colombia. Este es un portafolio de obra gráfica gestionado por el artista Pedro Alcántara desde su taller de impresión Prográfica en la ciudad de Cali. En 1978, el crítico e historiador Álvaro Medina se referiría a este proyecto como “la más ambiciosa y monumental obra gráfica realizada hasta la fecha en el país […] reunió 32 obras de 32 artistas que en algo más de siglo y medio dejaron sus testimonios sobre las luchas desarrolladas por el pueblo colombiano, desde las gestas de la Independencia (1810-1819) al día de hoy.” [2]
La pasión que siente Sonia Gutiérrez por las cosas es muy distinta a la que se advierte en las obras de los artistas norteamericanos. Mientras ellos registran el vocabulario común de los objetos comprables en la sociedad de consumo, las cosas que aparecen en las grandes telas de Sonia Gutiérrez son más íntimas y personales
—Marta Traba [3]
Las figuras que parecen suspendidas en la eternidad, rozan los límites imperceptibles entre la levedad y la pesadez, entre la violencia y la inocuidad, la pasividad y el desasosiego, el relax y la tensión, como queriendo conminar a las imágenes a hacer un esfuerzo por expresar con la mayor precisión posible la cara sensible de la violencia.
—Gabriel Hernández Suárez [4]
Sonia Gutiérrez se dio a conocer en el plano artístico colombiano finalizando los años sesenta con su primera exposición individual en la Biblioteca Nacional en 1967 y su participación en 1968 en certámenes como la Muestra de Arte Colombiano en la Luis Ángel Arango, la exposición colectiva “Los que son” en la galería de Marta Traba y l la Bienal de Coltejer en Medellín, en la cual ganó mención de honor por su obra titulada Pintura Pop. Las pinturas elaboradas en este entonces comprenden elementos pictóricos y temáticos notablemente procedentes de los lenguajes del arte pop. El grueso de sus obras eran escenas cotidianas donde personajes sin rostro se relacionan en una conversación, un momento romántico o un cruce pasajero; en su soledad, yacen desnudos o semidesnudos sobre coloridos fondos que los envuelve. Estos trabajos son característicos por el uso del dibujo en líneas gruesas y definidas que encierran planos de color vivo. Describen con fehaciente cuidado los diseños, patrones y texturas de sus vestimentas, accesorios y mobiliario. Así, la artista mostraba un mundo identificado por la superficie y las propiedades ornamentales de la moda y los ambientes de su tiempo.
Entrada la década de 1970, su propuesta cambió radicalmente hacia una actitud abiertamente política que eventualmente se interrumpió con un súbito exilio del país, y el fin de su participación en el campo artístico colombiano. A través de sus pinturas, serigrafías y grabados en linóleo, denunció torturas y persecuciones por medio de la sugerencia simbólica de las ataduras de telas y sogas sobre cuerpos sin identificación. Las estrategias técnicas de reproducción serial fueron asumidas por esta artista y otros como Nirma Zárate, Clemencia Lucena, Luis Paz, Pedro Alcántara, Augusto Rendón, Umberto Giangrandi, Luis Ángel Rengifo, Alfonso Quijano, o Gustavo Zalamea, entre otros, para comunicar mensajes de tinte social y político, oponiéndose así al lugar de reflexión sobre la realidad banal que el arte pop norteamericano sugería.
[…] La pasión que siente Sonia Gutiérrez por las cosas es muy distinta a la que se advierte en las obras de los artistas norteamericanos. Mientras ellos registran el vocabulario común de los objetos comprables en la sociedad de consumo, las cosas que aparecen en las grandes telas de Sonia Gutiérrez son más íntimas y personales [...]
La figura adquiere una consistencia intrascendente y divertida de objeto, de cosa real que se trastea de un espacio para otro sin esfuerzo y sin que se reconozca ninguna ley de composición como suficientemente respetable. Su trabajo está aún, como es lógico, muy relacionado con ambientes, modas y situaciones peculiares de la juventud actual; pero la frescura de esta obra la exime de caer en el plagio o en la sofisticación. Parte de una intuición sorprendente de `lo actual' y de las fraternales convivencias propuestas al público para desentumecerlo, al mismo tiempo que de una verdad natural, ya revelada por Matisse, que ella siente como propia: la de que toda forma puede ser susceptible de ser convertida en plano o arabesco. Es precisamente la autenticidad de este pop pintado lo que le resta insignificancia; su alegría amplía el cuadro, su verdad lo expande al certificar esa vivencia neta de cada cosa; el color lo proyecta; la generosidad con que la pintura se va apropiando de la tela y el acuerdo explícito donde cada elemento mejora y fortalece al de al lado en lugar de combatirlo, irradian un verdadero magnetismo que alcanza al espectador. La falta de mediatización, de timidez o de recortes de cualquier naturaleza en la libertad que flamea en la obra de Sonia Gutiérrez, es su mejor aporte al descongelamiento de la pintura colombiana. La proverbial cautela, las jerarquías dinásticas transmitidas de generación en generación y el estilo ‘dubitativo' , de andar y desandar, decir y contradecir, ir para adelante y para atrás que a lo largo de los años se convierte en una conducta nacional frente a la creación y sus riesgos, son barridas por ella. Sonia Gutiérrez, sin embargo, no se enfrenta a dichos males endémicos a través del filo de la crítica, como Beatriz González; lo hace simplemente demostrando una libertad sin contracciones; la libertad condicional en medio de la cual se debaten los colombianos se convierte en su obra en libertad a secas, por consiguiente ofensiva y antagónica con respecto al statu quo y a las técnicas de clausura con que se envuelve al país para separarlo de todo punto de referencia que le resultaría desfavorable. En este sentido Sonia Gutiérrez podría ilustrar con su ejemplo el caso de los pintores que `demuelen a pesar suyo', para usar la frase de Pellegrini". […]
[…] Las pinturas acrílicas, los dibujos y los grabados de Sonia Gutiérrez están dominados por la línea. En los dibujos, la línea describe los múltiples elementos de una habitación o reitera los motivos decorativos de una tela o se convierte en puro arabesco para la composición libre, desenfadada, de origen publicitario en algunas ocasiones. En las pinturas, la línea recorta las siluetas figurativas que siempre se acomodan en el plano del lienzo buscando una composición novedosa y distinta o precisa la noción de espacio que en ningún momento horada la superficie de las telas. El color complementa las formas sintéticas y lineales. En ningún instante se vuelve indispensable; se limita a dar interés a los planos o a los elementos decorativos.
Para Marta Traba, la obra de Sonia Gutiérrez representa una de las soluciones del diseño “Pop” en el arte colombiano. Si esto fuera cierto, el nombre de esta artista nos haría regresar a las primeras líneas de este capítulo. De todas maneras, es indudable que la ingenuidad e inocencia del arte de Sonia Gutiérrez se mezcla constantemente con una concepción moderna y sintética de la realidad, en la que los ambientes y las modas de actualidad tienen un papel decisivo. Casi toda la obra de Sonia Gutiérrez se inspira en las siguientes frases de Rilke: “Diga todo con la más honda, serena y humilde sinceridad y utilice para expresarse las cosas que lo circundan, las imágenes de sus sueños y los temas de su recuerdo. Si su vida cotidiana le parece pobre, no la culpe, cúlpese usted, dígase que no es bastante poeta para suscitar sus riquezas. Para los creadores no hay pobreza ni lugar pobre, indiferente. Y aun cuando usted estuviere en una prisión cuyas paredes no dejasen llegar hasta sus sentidos ninguno de los rumores del mundo, ¿no le quedaría siempre su infancia, esa riqueza preciosa, imperial, esa arca de recuerdos? Vuelva usted a ella su atención. Procure hacer emerger las hundidas sensaciones de aquel vasto pasado; su personalidad se afirmará, su soledad se agrandará y convertirá en un retiro crepuscular ante el cual pase, lejano, el estrépito de los otros.” (de Cartas a un joven poeta). […]
[…] Indudablemente, el conjunto más importante, es El Graficario de las Luchas Populares en Colombia. Esta edición, que en sentido estricto es más que una carpeta o portafolio, exigió un tremendo esfuerzo de todos los miembros de la recientemente consolidada corporación Pro-Gráficas de Cali. El Graficario lo integran veintisiete obras gráficas originales, de otros tantos autores, “firmadas y numeradas por los artistas, impresas en serigrafía, xilografía, litografía y grabado en metal, y cinco reproducciones facsimilares. La edición consta de 100 ejemplares, está precedida por un texto explicativo cuidadosamente preparado” (Arte en Colombia, número 4. p. 10.) El concepto que sustenta esta ambiciosa edición es de índole política, y estuvo decididamente orientado por el pensamiento del partido Comunista. Lo cual no quiere decir que todos los artistas cuyas firmas contribuyeron al éxito de la edición compartan la misma ideología. El Graficario resulta ser, en último análisis, un hábil compromiso entre unas tesis de izquierda y un producto artístico “popular”, comercial y altamente rentable. La adición de facsimilares de los mismos grabados, hechos mediante impresión mecánica, es más que diciente respecto a la finalidad de la empresa.
La realización de este proyecto tomó varios meses. Los artistas ajenos al taller no participaron directamente, salvo casos excepcionales. Para algunos grabados, se utilizaron obras fechadas en años anteriores (Luis Alberto Acuña, Rodolfo Velásquez) que fueron transcritas a medios gráficos. El formato adoptado para la totalidad de los grabados es cercano al 1/8 de pliego. […]
La calidad del conjunto es tremendamente dispareja. Lo mismo se pueden señalar excelentes serigrafías, como la de Alcántara Herrán, el trabajo de Rengifo o el de Zalamea, que obras muy mediocres, apenas justificadas por una firma prestigiosa, como las de Obregón, Barrera o Caballero. Las transcripciones de obras ya existentes acusan un trabajo sumario y al utilización abusiva de un procedimiento, utilizado meramente como medio multiplicador. […]
Iriarte, María Elvira. Historia de la serigrafía en Colombia. Universidad Nacional, Bogotá, 1986.
[1] Medina, Medófilo. “Dos décadas de crisis política colombiana, 1977-1997”, La crisis sociopolítica colombiana, un análisis no coyuntural de la coyuntura. Centro de Estudios Sociales, Universidad Nacional de Colombia, Bogotá, 1997. p. 32.
[2] Medina, Álvaro. “Pedro Alcántara: plástica combativa”, Procesos del Arte en Colombia. Instituto Colombiano de Cultura, Bogotá, 1978. p. 530.
Perez, Carlos E. “Las Bañistas”, La obra de la semana, número 57. Museo de Arte Contemporáneo Minuto de Dios, Bogotá, noviembre 8 de 2005.
Rubiano, Germán. “Artistas ‘populares’ y ‘primitivos’”, Historia del Arte Colombiano, Salvat Ed. Tomo 7.
[3] Traba, Marta. “El diseño Pop. Sus cuatro soluciones más destacadas: A) Beatriz González, B) Sonia Gutiérrez y Ana Mercedes Hoyos, C) Santiago Cárdenas, D) Bernardo Salcedo”, Historia abierta del arte colombiano. 2a. Ed. Bogotá, Colcultura y Museo La Tertulia, 1984.
[4] Varios. Catálogo de la exposición Arte Humanidad. Comité Internacional de la Cruz Roja, 1998.