Al oeste de la ciudad, separado pues de la gran Cordillera de los Andes por el Valle en donde esta situada la ciudad. Las bocas que arrojan llamas casi todas las noches (por dos ventanitas como dicen los Indios) están en la pendiente occidental del volcán y no se ven desde la ciudad. La cima del volcán se cubre a veces de nieve; tiene una forma bastante común, está aislada hacia el norte pero unida por el sur a una cordillera de pérfido, de menor altura. No obstante, desde la ciudad se observa que la cima no fue en modo alguno un cono de base muy grande, que hoy día está truncado pero según un plano muy desigual. ¿Habrá el volcán arrojado su casquete como el Sotará? Al sur se distingue una hendidura, (abra), valle muy singular, en la cresta una especie de puerta que indica una gran explosión. Los habitantes creen que esta explosión se produjo mucho antes de la conquista, que consistió en una inundación causada por el volcán que talvez vomitaba estas aguas, de las cuales el río San Francisco que sale del abra no es sino un pequeño residuo. La forma del valle, relacionada con la hendidura, y la cantidad de piedras que se encuentran en la dirección del río San Francisco, convierten tal suposición en algo muy, muy probable. Examiné estas masas con mucho cuidado yendo a lo largo del río. Hay masas de 8 a 10 pies de diámetro, enterradas en la tierra vegetal; además la tierra misma está llena de fragmentos de 5 - 8 pulgadas poco redondos y con una superficie a menudo porosa. Son todos pérfidos a base de tierra magnesina o roca verde (Grunsteinporphyre), parecidos a los del Puracé. Es notable corno estos pórfidos siguen constantemente los volcanes; nos habrán abandonado desde Almaguer. De allí hasta El Tablón todo es esquisto micaceo. De allí a Pasto se observan en la cadena occidental los pórfidos (cerca de Buesaco v.p. 195, tiene polos muy fuertes, aún los fragmentos mas pequeños) y en la cadena oriental a la cual pertenecen Meneses y el Alto de Aranda. Los esquistos micáceos están mas cerca de la cordillera principal que los pórfidos, pues aunque separados por valles no contiguos, todo forma una sola masa de montaña hasta la costa. Desde Los Robles y el Alto del Rey hasta Mercaderes, la cordillera de la costa se separa de la cordillera grande por el llano de Aguas Blancas y el Patía; casi como al norte de Robles por el Valle del Cauca, desde Mercaderes (véanse mis mapas) hasta Quito, no se pueden distinguir las dos cordilleras, que se confunden. Esta capa de tierra arcillosa, llena de fragmentos del volcán, que cubre la parte occidental del valle de Pasto y que le da la fertilidad, esta capa fue probablemente transportada y depositada por la inundación volcánica. Tenemos, en los infortunios de Riobamba, ejemplos parecidos de erupción acuosa y fangosa. Es muy curioso ver como esta capa arcillosa, que contiene mucha tierra magnesiana, como lo prueba la destrucción y el color de la roca verde, da afloramientos de sales terrosas. En estas están los salados, lugares donde lame el ganado, y que se confunden en este país, en forma equivocada, con vestigios de sal gema o fuentes de muriato. Estos afloramientos consisten en muriato de magnesio mezclado con muriato de cal y de potasio. He atribuido, en mi Memoria sobre las tierras, tanto la frecuencia de la producción de nitro en las tierras arcillosas como la fertilidad del propio suelo, acción que ejercen las tierras sobre todo las arcillosas y magnesianas, sobre las capas atmosféricas circundantes. Cómo, v. Annales de Chimie.. he llegado en América Meridional a considerar más probable esta idea. Imagino que lo que ocurre en los volcanes no es una fermentación del carbón mineral del azufre o de la pirita, que estos combustibles no son necesarios. Lo que fermenta es la propia tierra; las tierras son bases oxidables, acidificables. El aire atmosférico entra en el interior de los cráteres, este interior está tapizado de pórfidos, a base de roca verde, y de masas arcillosas que, tienen gran acción sobre el oxígeno del aire. Esta acción es más fuerte cuando estas rocas están mojadas por el agua lluvia o de nieve. He aquí la verdadera influencia de la nieve sobre las erupciones, sobre lo cual el vulgo aquí percibe algo cuando dice que la nieve causa el fuego “por las partes salitrosas que tiene”. Por ellos son comunes las explosiones y temblores de tierra después de que comienzan las primeras lluvias. Aunque en mis experimentos sobre las tierras no se observa subir el termómetro durante la absorción de oxígeno, la Física nos enseña que debe de haber desprendimiento de calórico porque un fluido (el aire vital) se condensa cuando el oxígeno se disuelve en el agua o cuando se combina con las tierras; lo cierto es que la base se fija, y no así el gas. ¡Qué enorme calor se debe producir cuando, en el interior del volcán, se descompone una masa tan grande de aire atmosférico! Este calor, causado por el contacto de las rocas con el aire, aumenta la acción de las propias rocas, y produce estos vapores acuosos cuya elasticidad causa erupciones y quiebra la antigua corteza del globo. Las rocas húmedas y el aire son pues los materiales que arden en los volcanes; estas rocas arden tanto más fácilmente cuando más fácilmente se convierten en una pasta blanda aluminosa y magnesiana; tanto más cuanto que contienen además bases acidificables terrosas, otras ya conocidas anteriormente como tales. La corneana, hornblenda, y por consiguiente las Sienitas, los pórfidos basálticos y todas estas rocas de la formación de Trapp, que en América acompañan los volcanes, contienen carbono, lo acompañan los volcanes, contienen carbono, lo mismo los esquistos primitivos, como lo prueba el ácido carbónico que se desprende cuando se exponen al sol estos minerales. Véanse mis experimentos y los del señor Lampadius, Los pórfidos basálticos, aquellos a base de obsidiana y las rocas verdes contienen a menudo piritas en enorme cantidad, como los Grünstein de las bocas del volcán de Pasto. El hierro... No es que crea que explico el fenómeno de los volcanes pero creo haber demostrado que existe un agente universal que no se conocía antes. Se necesitan sin duda otras condiciones para que nazca un volcán donde hay tierra, agua y aire atmosférico. Pero sin profundizar en las condiciones, es siempre probable que hayamos descubierto una parte de este gran misterio. Las bocas del volcán de Pasto están en un pequeño cono situado sobre la pendiente occidental de la gran montaña. En este cono muy bajo hay dos bocas que arrojan diariamente humo, y la mayoría de las noches llamas, verdaderas llamas y no un resplandor fosfórico. El volcán de Pasto es por consiguiente el volcán más activo de América. Pues en el Cotopaxi, el Pichincha y el Tunguragua no se han visto llamas sino cada 10 o 15 años. Los indios dicen muy ingenuamente que las bocas parecen ventanas y que parece que se llevaran llamas de una ventana a la otra, porque se observan ya una, ya la otra parte del volcán iluminada, las llamas han sido vistas raramente en Pasto porque la cima o cresta del gran volcán las oculta. En Pasto se las vio por última vez, una noche, hacia 1760. La explosión del volcán fue tan fuerte que las piedras incandescentes eran lanzadas hasta la propia ciudad, donde comenzaron a quemarse los techos de paja. La distancia es mayor que 2 leguas de camino. Se recurrió a las procesiones. Cada 3 o 4 años son comunes las explosiones, con chorros de piedras y ceniza, visibles sólo del lado de Guáitara. Parece qué este volcán, por ser el más activo es por ello mismo el menos peligroso. Los vapores no se condensan allí. Se hace sentir fácilmente. El humo se eleva a menudo a bastante altura para ser visto desde el propio Pasto. Se observa en gran abundancia cuando hay fuertes lluvias y se sabe que cuanto más humo arroja el volcán hay tanto más borrasca. El propio humo produce electricidad como cualquier evaporación. El señor don Tomás de Santacruz hizo una observación muy importante: En 1796, hacia el fin del año, ocurrió la explosión poco peligrosa pero muy extraña, del volcán de Guadalupe, el temblor de tierra de Cumaná... En los meses de noviembre, diciembre de 1796 y enero el volcán de Pasto comenzó a arrojar una espesa columna de humo que se veía diariamente en Pasto. No estaban acostumbrados a esta visión constante y creían que era del mal agüero. En febrero de 1797 hubo la explosión de Riobamba y en el mismo día la columna de humo del volcán de Pasto bajó y disminuyó de modo tan notable que no se vio más humo desde la ciudad. ¡Qué comunicación entre los volcanes! Toda esta parte de América parece minada. Hubo abundancia de materiales, La gran masa cayó sobre el infortunado valle de Riobamba, donde la mina estalló; a partir de ese momento el balance y equilibrio de los fluidos se restableció y el volcán de Pasto no volvió a humear con tan extraordinaria fuerza. El Puracé no tuvo ningún movimiento cuando la desgracia de Riobamba. La explosión del Cotopaxi, hace 30 años, se escuchaba en Honda cuando se ponía el oído en tierra. Los monjes creyeron que los ingleses bombardeaban a Cartagena, tales eran las descargas redobladas que se oyeron entonces. El vulgo cree aquí que no deben temerse los volcanes que no humean. Sospecho lo contrario de esta clase de monstruos que aspiran y expelen. En esta calma aparente aspiran una gran cantidad de aire atmosférico, cuyo oxígeno sostiene la combustión subterránea.
[Nota en el margen izquierdo]
En el Valle de Pasto no vimos piedra pómez, pero el valle del Río Mayo está lleno de una arenisca como de piedra pómez. No olvidemos que los volcanes producen potasio, el célebre Klaproth lo ha descubierto en la piedra pómez. Digo producen, componen, pues dudo que la obsidiana, de la cual resulta la piedra pómez en el Pico de Tenerife, contenga potasio. Habría que analizar varias clases de piedra pómez y las piedras que las producen, p. 177.
El mal tiempo y las lluvias abundantes que caen sobre el Ecuador por Navidad (aguas de Nochebuena) nos impidieron visitar las bocas o ventanas del volcán a pesar de todos los preparativos que hicimos. Fuimos a Pasto con el firme propósito de ver las bocas. Los habitantes nos advirtieron sobre los peligros que corríamos, que si en el verano, en tiempo de sequía, la expedición sería incierta (a causa de los vapores que se condensan en un instante e impiden encontrar el camino de regreso), más aun en medio de lluvias, nieve, granizo y tempestades que azotaban desde hacía 5 semanas el valle del Guáitara. No nos descorazonamos; después de las fatigas del volcán del Puracé. Todo nos parecía tolerable. Enviamos Indios de Jenoy hasta las propias bocas para reconocer de cerca su localización y traernos las sustancias minerales que las componen. Nos trajeron los mismos pórfidos a base de roca verde, que ya había reconocido en la pendiente oriental del volcán, pero con más mezcla de piritas y cubiertos en 2/3 por tierra arcillosa amarillenta mezclada con azufre, de manera que el pórfido de un verde azuloso no era reconocible sino en el centro de las piedras. Ninguna piedra pómez, aunque algunos blancos de Pasto pretenden haber visto en la pendiente oriental piedra pómez, pero negra, fibrosa y algo pesada (Obsidianas alteradas?). Hay tres posibilidades de llegar hasta las ventanas: una es viajando hacia el sureste para entrar en el valle del Guáitara que forma del lado del volcán un precipicio espantoso. Es más una hendidura que un valle. Se llega a la hacienda de Consacá, donde el arroyo de ese nombre mezcla sus aguas azufradas al Guáitara. Desde Consacá se ven las bocas a uno a dos leguas de distancia. Pero en esta estación se necesitan 2 días para ir de Pasto a Consacá y varios días mas para abrirse camino por el bosque hacia las bocas. Este camino parece posible aunque nadie lo ha hecho hasta el momento. La segunda vía es saliendo de Pasto a Jenoy por la noche, pueblito indígena situado 2 leguas al oeste de la ciudad. Desde allí se llega subiendo hacia el oeste a una elevada llanura en forma de meseta, desde donde se ven, en frente, las bocas a menos de 1/8 de legua. Antes se llegaba con mucha facilidad desde la meseta hasta el montecillo de las ventanas a través de una loma. Pero como desde hace 30 años el montecillo ha bajado notablemente, se formó un hundimiento entre las bocas y dicha meseta; estos dos lugares están separados hoy día por un precipicio enorme, imposible de atravesar en línea recta. Estas fueron las noticias que nos trajeron los indios de Jenoy. Pero encontramos un medio de remediar el problema, descendiendo de la meseta por el suroeste, pasando el precipicio por donde es menos profundo y subiendo después al montecillo. Un tercer camino no incluye Jenoy. Se trata de seguir el camino que busca la nieve en la cima del volcán, cuando está cubierto de nieve. Se pasa directamente de Pasto al volcán; subiendo por el Pajonal al norte se llega a la cuchilla donde se puede seguir hasta la cima del volcán o alcanzar la meseta, cerca de Jenoy, y desde allí las bocas. Un mestizo de Pasto prometió llevamos y traemos por esta última vía en un día porque si nos cogiera la noche nos perderíamos, no sólo por el frío sino sobre todo, por los relámpagos que caen constantemente. Los vapores del volcán parecen producir una gran masa de materia eléctrica. Yo prefería la vía directa. Teníamos mucho interés en no pasar las fiestas en Pasto; los caminos estaban cada día peores y mis instrumentos que tanto había arriesgado desde Popayán, exigían sacrificios, pues de su conservación dependía la continuación y el éxito de nuestro viaje. El 21 de diciembre resolvimos tratar de llegar a las bocas, Se enviaron 12 indios de Jenoy para abrir el camino desde la meseta hasta el precipicio, el paso más difícil; otros indios debían venir a buscarnos en la Cuchilla... el 20 hizo muy buen tiempo pero no se pudo aprovechar porque el paso del precipicio no estaba abierto. Con qué ansiedad pasamos la noche del 20 al 21. Nos levantamos a las 4 de la mañana pero, ¡ay! llovía torrencialmente. Todo el día estuvo el volcán envuelto en nubes, no se veía nada. Hubo que renunciar al proyecto y todos los preparativos fueron en vano. No puedo describir cuánto lamento esta pérdida, pero como remediarla sin esperar hasta el mes de febrero cuando, según se dice, el tiempo es parejo. Después supimos que la buena suerte nos impidió emprender la expedición. El 20 era un día magnífico y sereno en Pasto; en el valle del Guáitara, del lado de las ventanas cayó el mismo día una lluvia torrencial, con una bruma que nos hubiera impedido llegar más allá del Llanito (la meseta). Otra dificultad que en todo momento sentimos en las expediciones por las altas montañas en América, fue la falta de guía. Los indios, si se escogen los mejores y se les trata con amistad y confianza, son buenos, fieles, prudentes y lo salvan a uno en caso de peligro, aunque sepan que uno es tan vigoroso como ellos. Si parte usted con 8 o 9, puede estar seguro que apenas comience el mal tiempo, se quedará sólo con 1 - 2, el resto huye; pero esos dos son suficientes y valen por 6 blancos o mextizos. Pero los indios no conocen sino hasta donde terminan los pastizales; no van a las regiones sin vegetación sino para buscar nieve o cuando, por casualidad, se pierde una vaca; la curiosidad no los lleva nunca más lejos y como la nieve se paga mal se cuidan de buscarla demasiado arriba; la recogen allí donde esta más baja, en los Pajonales (regiones de gramíneas) donde desgraciadamente, es muy blanda, aguada y dura poco. Pero el indio vende su carga de nieve al mismo precio, aunque en el camino a la ciudad se hayan derretido ½ o 4/5. Los hombres blancos, aun los europeos que vienen a las Indias y presumen de amar las ciencias, no hacen viajes de observación, de suerte que el verdadero estado de las bocas de un volcán, de la cima de una gran montaña, es desconocido. Todo el mundo habla del objeto porque está a la vista, como si fueran hasta allá diariamente pero, una vez que se trata de emprender la expedición, se ve que los habitantes saben tan poco como los extranjeros. ¡De allí las dificultades, peligros y molestias de las expediciones en América! para hacer una expedición ordenada es necesario quedarse por lo menos un mes en las vecindades, para conocer bien el sitio y buscar por dónde subir.
Así como el Puracé, el Montecillo del volcán de Pasto ha bajado considerablemente desde hace 30 años. Al bajar, las bocas se volvieron más estrechas y las llamas son menos frecuentes y vivas. Parece que la actividad del volcán hubiera amainado. Sinembargo, no faltan las llamas todo el año, aunque menos fuertes, con las llamas arroja un humo negro y ceniza que el viento lleva algunas veces hasta Pasto.. Hay 4 o 5 bocas que se denominan ventanas por que no está en las cimas del montecillo sino en la ladera, como las ventanas de una casa iluminada. Estas bocas varían en forma y número porque todos los años el terreno cambia cerca del volcán. El ruido que sale de las bocas es como el de una forja, como el que oímos en el volcán de Puracé. Las bocas vomitan también aguas sulfurosas que caen en el río de Consacá, que está por ellas infestado. Del lado de Jenoy brotan otras aguas hidrosulfurosas que tienen olor a huevo podrido, o sea, ácido sulfídrico. En este momento no están muy cargadas debido a las frecuentes lluvias. Otras fuentes son ácidas (como el río Vinagre). Entonces las circunstancias son las mismas que en el Puracé, salvo que las bocas de este (¿Talvez por estar más elevadas o porque el material esta ya consumido?) no arrojan llamas. Sobre las aguas hidrosulfurosas que surgen de las bocas, flota con frecuencia el asfalto, del que los indios de Jenoy se sirven para alumbrar sus casas. He aquí otro volcán de América que produce fluidos elásticos, vapores de azufre, agua, cenizas.., nada de lava, ni un átomo de lava que fluya, solo algunas piedras calcinadas afuera y arrojadas a grandes distancias. La estación impidió toda medida exacta del volcán, que la región de Pasto permite: aunque desigual es un llano. La nieve cae a menudo sobre el volcán, pero no permanece allí. Habrá pues cerca de 2100 toesas de altura. El montecillo con las ventanas parece tener apenas 1800 toesas de altura, pues el que no haya arbustos se debe al calor y el azufre. Hay otros dos volcanes en la provincia de Los Pastos (es así como se llama la región situada entre el Guáitara y Conchal, en la jurisdicción de la ciudad de Pasto: el uno es una Solfatara, el Azufral, al este del nevado de Chiles y el otro es el gran cerro del Cumbal, al oriente de Guachucal, que humea continuamente.
Acerca de los cereales de Pasto, ver págs. 65 y 172. Producción alrededor de la vega de San Lorenzo, Pancitará, Almaguer, los Guayacanes..., donde crece excelente trigo; da 1 Ct. de cosecha en mal tiempo, y 12 tierra; en años medianos 25, en mejores, hasta 35 por ciento, no mas. En Pasto la harina proviene del llano de Pasto, y hasta de Obonuco, Yacuanquer. -. Al sur de Guáitara, en la provincia de Pasto, el clima no es adecuado para el trigo; allí sólo crece cebada. Hemos observado que la harina procedente de zonas muy frías se deja guardar menos bien, es decir que se daña más pronto que la harina de climas templados. ¡Muy curiosa esta fisiología de las plantas! Donde el clima es más adecuado para la planta, por cuanto la vitalidad de los órganos es más fuerte, sus productos son más independientes a las influencias del medio ambiente.
Varia.
Durante la administración del virrey y arzobispo Góngora, el rey emitió un edicto indicando que todo el que se sienta aquejado puede enviar a él su reclamo o al Ministro de Indias o al padre confesor del rey, sin temer castigo y bajo la promesa de eterno silencio. José María Lozano, marqués en Santa Fé, un hombre de gran energía, por medio del padre confesor describió al rey la infeliz situación de las provincias americanas, la opresión ejercida por las Audiencias y corregidores; denunció que los virreyes daban cargos de importancia a cocineros y manufacturadores de pelucas, y que personas jurídicas tenían que soportar la arrogancia de aquella chusma. Mencionó al sobrino de Góngora como desembozado contrabandista de Santa Marta; al cocinero de Góngora, elegido gobernador del Chocó; a su cochero que fue nombrado corregidor... El rey, cumpliendo muy mal su palabra, entregó la queja escrita a Gálvez, y éste remitió el original a su amigo Góngora. El virrey hizo llamar al marqués y le pregunto si reconocía su firma. El marqués dijo que sí y añadió, ya que ese escrito mereció la atención de su Real Majestad, “me arrepiento de no haber anotado muchas otras cosas”. Góngora, de por sí liberal, bondadoso y dado a los placeres de la mesa, pero como buen andaluz, dominado por cualquiera, se dejó guiar por personas vengativas y con una compañía de granaderos envió al marqués a Cartagena, donde lo encarcelaron en Bocachica. Tres años demoró el interrogatorio y terminó tan sólo porque el enérgico hombre no dejó de añadir otros elementos a la queja original y descubrir nuevos aspectos de la opresión europea... Sus hijos pidieron permiso para ir a España y gestionar el asunto de su padre. Durante mucho tiempo no se les permitió, hasta que finalmente llegó la orden de enviar al marqués y su causa a Madrid. Se contestó que la causa se ha perdido y el marqués murió repentinamente, pocos días antes de su viaje a España. El público supo interpretar su muerte.