Vida de Humboldt
Extractos de sus diarios

Índice

- Fin del viaje de Cuba hacía la Colombia de hoy
- Puerto de Cartagena
- Estadía en Cartagena y Turbaco
- Viaje a Turbaco
- Volcanes de aire de Turbaco
- Viaje por el río de la Magdalena (hasta Mompox)
- Sobre los Bogas y Remeros
- Llegada a Mompox
- De Mompox a Honda
- Experiencias sobre la respiración del Cocodrilo
- Comercio en el Río Magdalena
- Mapa del río de la Magdalena
- Arribo a Honda
- De Honda a Santa Fe
- Arribo a Santa Fe
- Descubrimiento de la Quina cerca de Santa Fe
- Cerveza de Quina
- Educación en Santa Fe
- Ciudad de Santa Fe
- Viaje al Cerro de Guadalupe cerca de Santa Fe
- Viaje a Monserrate cerca de Santa Fe
- Materiales para conformar el plano topográfico de la Sabana de Bogotá
- Viaje por el Meta desde Carichana hasta Santa Fe
- Viaje a Zipaquirá y a la Laguna de Guatavita
- Viaje al Salto del Tequendama
- Viaje de Santa Fe a Popayán
- Estadía en Pandi y camino a Ibagué
- Ibagué
- Medición del Tolima
- Volcán de Puracé
- Materiales para hacer el plano de Popayán
- Viaje al Volcán de Puracé y la tetilla de Julumito
- Viaje de Popayán a Almaguer
- Chocó
- Entrada a Santa Fe
- Viaje por la cordillera de los Andes
- Santa Ana
- Sobre el barniz de Pasto
- Volcán de Pasto
- Vegetación Ideas
- Viaje de Pasto a Quito

 

Continuación del capítulo 33

duro, de brillo vidrioso, en parte áspero y casi siempre en columnas cristalizadas de 6 lados, con partes separadas en formas de cáscara, como pequeñas conchas. El color, la fractura y las partes separadas en forma de cáscara diferencian ese fósil del olivín Freieslebens laminado, el cual habíamos visto en Lancerotte y Tenerife. Nuestro fósil no se descompone y en eso se distingue del olivín común. ¿Eso es olivína y una tercera especie de la misma? El pórfido de sílex córneo que contiene olivina, Incluso anfibolita y feldespato vidrioso, de vez en cuando también tiene algo de cuarzo y mica negra, y precisamente todos los cinco fósiles cristalizados incrustados (por lo mismo mas compuestos que cualquier pérfido europeo), se encuentra en la parte Nor-Este del valle de Guachicón, entre dos hermosas cascadas; es de partes irregulares, delgadas y separadas, en forma de columnas. Hacia el sur es irregularmente estratificado y contiene depósitos individuales (poderosos de 1 toesa) de bolas de pórfido; la misma masa contiene piedras transversales. Esas bolas con cáscara arqueadas, separadas, son muy visibles especialmente en masas montañosas curtidas, y se podría creer (así como del basalto Karsten) que el pérfido, por la intemperie, se convierte en bolas. Pero falsamente se reconocen bolas ya en piedras recientes y no curtidas, y si eso no fuese, presupone un desmoronamiento de esa clase de bolas hasta el punto de que las piedras se hayan cohesionado en su primera fase de formación, contrayéndose según puntos peculiares de fuerzas radiales. Tal vez en todo el mundo no exista una línea montañosa en la que las más heterogéneas masas montañosas (pórfido, basalto, diabasa) tengan la tendencia a contraerse en bolas, columnas. En ninguna parte hay piedras esféricas (tampoco en Bayreuthischen), sólo en la vertiente occidental de los Andes, Almaguer hasta Quilichao. En el pórfido de Guachicón también se presenta el raro fenómeno de los granitos, la incrustación en clases más viejas de montañas. He visto pérfidos llenos de anfibolita y olivín cascaroso, en el que estaban incrustados pedazos angulares cuadrados de 3 - 4 pulgadas de gneis rico en cuarzo. Cerca del río San Francisco o Putes, hay una formación nunca jamás vista de pérfido, una masa elemental silicosa, negroscura, de grietas que van desde lisas hasta aplanadas en forma de concha, en grandes pedazos totalmente limpios, sin mezcla (2), jaspe negro, pasando de retinita, análoga, pero de otros yacimientos con columnas de 6 lados, de un fósil escoríáceo conchífero pequeño, de tipo antracíta (3), el que está diseminado parcamente. Aquí, en casi todos los valles se ven huellas de una formación de un conglomerado toscamente granulado con aglutinante arcilloso.- En época de lluvias, el camino estaba terriblemente malo, especialmente la bajada al profundo valle de Guachicón (ver mediciones del barómetro), hasta el punto de que nuestras mulas se cansaron y nosotros nos vimos obligados a descansar un día en una choza de indios, en San Miguel. El pequeño río San Pedro también estaba muy crecido y nosotros agotados, pero aún más el viejo que nos transportaba el barómetro (un instrumento por el que tuve que pagar año tras año un cargador propio, de tal manera que el barómetro que apenas vale 12 taler, al fin del viaje de 5 años tiene un valor de más de 800 taler). Este viejo corría mucho peligro al vadear.

_____________

[Anotaciones al margen derecho:] Según eso, en esa parte de los Andes existen las siguientes formaciones de pórfido: 1) Con masa elemental verde-puerro y verdemontaña de magnesia y mucho feldespato común en grandes cristales.

2) Con masa elemental verdeolivo y verdespárrago de magnesia, mucha anfibolita, cristales pequeños y grandes de feldespato, algo de cuarzo.

3) Con una masa elemental silicosa verdemontaña, mucho olivín cascaroso y anfibolita.

4) Con masa elemental silicosa negroscura, (¿jaspe?) y... [adición posterior:] ¡Entonces traquita! ¿Este pérfido de Guachicón será diferente de el de Broncazo? _______________

A Nuestro pobre perro Cachi (el Gran Turco que nos acompañó en los Llanos de Caracas, Apure, Orinoco y Río Negro, espléndido perro de presa, se lo comieron los tigres en el 2° de latitud, en el río Casiquiare, cerca del volcán Duida), fue arrastrado por la corriente y lanzado miserablemente contra las piedras, en las que se salvó. Es tan común que en estos ríos, entre Popayán y Patía, se pierdan fardos de dinero, y que con bastante frecuencia al bajar el agua se encuentren piastras, y casi siempre de viejísimo acuñamiento, señal de antiguo tráfico de plata en esas regiones. San Miguel, Santa Elena, el Negro, son casas individuales, chozas; pero tan interesante, son refugios y compañía humana (caritativa) en los Andes. Ningún rancho, ningún cobertizo de palma (como Santa Elena) se quedan sin nombre, mientras que en Europa todo un conjunto de casas carecen de nombres o aceptan nombres de lugares a los que pertenecen como alquería o cortijo. La existencia en estos ranchos es de lo más desagradable. Muchas veces hay que encender fuego en la misma habitación donde se duerme. Madera verde, humo terrible - desde hace 2 años, para nosotros el condimento de todas las comidas es el sabor a humo -. Ninguna chimenea ni ningún aguacero auxilian a los ojos. La hospitalidad de estos pobres indios y zambos hace más llevadero ese martirio. Cuando el posadero ve que el extraño requiere de más espacio, se trastea con mujer y niños y pone a disposición su vivienda. La madre carga 2 - 3 pequeños entalegados, sobre sus hombros, con los niños mayores de la mano; el hombre lleva un tizón, un vellón y una estera de hojas de palma; así se trastea la familia a otro rancho puesto que el indio siempre tiene varias casas de campo. En cada labranza un refugio; es costumbre indígena no trabajar un gran pedazo de tierra, sino aquí y allá un pedacito, todo desperdigado - por eso los ranchos están diseminados como los conucos (labranzas) -. Muy temprano, por la mañana, antes de que uno se levante, la familia regresa nuevamente a la casa que han concedido y grandes y pequeños preguntan cómo se ha dormido (el ceremonial entre los pueblos indígenas es fastidioso; no lo han aprendido de los europeos). Cuan­do llueve y hay muchos extraños, la familia unida alrededor de la choza, sin entrar para no molestar, y esa increíble modestia de ninguna manera aparece como reverencia al blanco (el indio se encuentra muy lejos de esas ideas); no, la emplean en favor de cualquier extraño, si es viajero, y por lo mismo necesitado de tranquilidad. Toda la cordillera, desde Quilcacé hasta Almaguer y Pueblo de la Cruz, está llena de viviendas desperdigadas pertenecientes a familias individuales y libres, que no producen más de lo que consumen, anidando en las paredes rocosas (de los Andes); uno se sorprende divisar casas desde la profundidad del Valle. La distancia de una casa a otra casi siempre es de 1 - 2 horas, ubicadas de tal manera que la comunicación es muy difícil por cuanto están separadas por precipicios rocosos y ríos; cada familia vive en realidad muy solitaria. En esta maravillosa naturaleza de los Andes, en la que una montaña de 1-2000 t. de altura esta separada por valles casi a nivel del mar, en esta naturaleza se tocan los productos de todos los climas. Sin embargo el indio como en la Vega de San Lorenzo y en Páramo de Julián sitúa su cabaña arriba, en despeñaderos escamados, en un clima donde la vegetación casi termina; por eso disfruta aún del Plátano, de la caña de azúcar. El ara pequeños pedazos de tierra arriba en el páramo, donde siembra papas, ullucos y aún trigo y abajo en el valle, donde crecen plátano, aguacate, caña de azúcar, papaya, naranjas... Cultivar el campo significa aquí, quemar y abrir huecos con un palo puntudo, huecos en los cuales son arrojadas las semillas. El resto lo hace la naturaleza. Los indígenas no utilizan herramientas agrícolas, especialmente arados, sino en los verdaderos pueblos, donde cultivan grandes campos y sostienen comercio de trigo, como en Pansitará, Rosal, el Pongo y los Pastos. Las pocas familias aisladas (y éstas hacen la mayor población de esta región) producen sólo lo que ellas consumen y nunca mas. De cada árbol fructífero, 2- 3 palos; un jardín de escasos 20 t. de largo, rodeado por una cerca de lechero (Euphorbia); este jardín lo cultivan 1 - 2 años y después lo cambian por otro, no porque el suelo produzca menos sino por instintos nómadas. - Esta es costumbre indígena, una costumbre que nosotros observamos entre las ramas independientes en el Orinoco y Río Grande, y que reina en las naciones subyugadas, a pesar de haber transcurrido ya 300 años desde la Conquista. Estas últimas no se distinguen casi en nada de las primeras: igualmente atrasadas e igualmente ignorantes en el idioma español. La cultura que le dieron los españoles a los indígenas se limitó a ciertas ceremonias religiosas exteriores. Sí; la indolencia del gobierno, la política de los misioneros, quienes impiden la convivencia entre españoles e indígenas, la suavidad de las leyes, que permiten a los indígenas tener un estado dentro del estado, todo contribuye a dejar a los últimos en su constitución original, constitución que es tan permanente, que los indígenas americanos están tan aferrados a su procedencia como los chinos y los hindúes. ¡Cuán difícil es extirpar, hasta en Europa, costumbre y lenguas muy antiguas! (Provenzales, Galeses, Wenden in der Lausitz, Biscaya, Gute Communes) El viajero investigador debe agradecerle a la indolencia española el haber hallado a los indígenas en este antiguo estado natural. No se viaja solamente a un nuevo país, sino se traslada uno al siglo pasado. Conoce uno en Suramérica cómo vivían los indígenas en el tiempo de la conquista y los españoles en el tiempo del gran Emperador. Cree uno estar viendo, en el Reino de Granada, la invicta Cundinamarca y la vieja España. Los europeos recibieron en esa época más de los indígenas que éstos de aquellos. - En San Miguel usan un llamativo asiento caminador; un instrumento indígena para enseñarle a caminar y a la vez divertir á los niños pequeños; los españoles lo llaman brincador. Una especie de canastilla, mapire, en la cual el niño es sostenido por debajo de los brazos, amarrada a un lazo; este alcanza a las vigas y se amarra alrededor de una rama elástica. Los pies del niño tocan el suelo, en cada movimiento la rama se impulsa hacia lo alto, el niño salta y repite este movimiento de puro gusto, de donde resulta una especie de danza. El hermano mayor tocaba con la mano el tambor indígena (un tronco de árbol al que se le saca la madera de adentro, recubierto por una piel de caucho), una niña pequeña bailaba alrededor de la cesta y el niño de cinco años seguía muy rítmicamente con los pies el toque. La fiesta de San Francisco la pasamos en el nuevo pueblo La Ascensión; así llaman a un par de casas sobre la garganta de una montaña alta. Un párroco joven, con apariencia de muchacho, copiaba en una escuela doctrinera (Iglesia) todo cuanto se hace en San Pedro, en Roma. Los candeleros del altar eran moldes de barro. Frente al altar había una mesa, sobre la cual colgaba una cubierta de paja, estera. Esto limitaba el asiento del coro. Pero lo más llamativo era la danza indígena durante la misa. El capitán de los indios estaba arreglado con estilo de arlequín: un casco de tela con 17 [Pastern] colgadas de unas hebras y con una urdimbre de cintas. Su pelo sencillo, suelto al modo de medusa, alrededor de los hombros. Innumerables rosarios colgaban alrededor de su cuello. Llevaba una corta falda femenina hasta la rodilla; descalzo, pero con tiras de cuero desde el tobillo hasta la rodilla, con innumerables campanillas colgando. Un bastón en la mano. Dos compañeros con campanillas similares, pero con decoración menos rica. El cura recibía a los indígenas en la puerta de la iglesia; ellos bamboleaban los bastones delante del sacerdote y danzaban una especie de ballet frente al altar, al ritmo de un tambor y un pífano (el mismo indígena tocaba simultáneamente ambos instrumentos). El movimiento de los pies era muy sencillo; un taconeo después del toque, lo cual producía un ruido como de un bolero con castañetas. Tan uniformes como el movimiento de los brazos, (port de bras) eran el bamboleo de los bastones y el danzar entrecruzado, todo con una gravedad sin fin y con pretensiosos aires. Con el comienzo de la misma paraba la danza; pero, ¡cómo nos sorprendimos cuando en la consagración, cuando el padre tenía en alto la hostia y el cáliz, resonó la música indígena! Los hombres enmascarados danzaban con estilo de bacanal alrededor del sacerdote, durante un cuarto de hora. - Baile en el momento más importante de la ofrenda de sangre de Cristo.- Terminado el ballet, el sacerdote concluía el ofrecimiento, pedía zuecos y entonces empezaba la procesión. Con cuál ímpetu bailaban los indígenas una especie de cadena en el curso de la procesión, movían los bastones delante de los cuadros de los ídolos cristianos. Yo dibujé todo eso. Zuecos (no sabía que los suecos son gente, dijo uno que por primera vez oía hablar de los suecos, suecos). Zuecos son suelas de madera, plataformas con una horma de dos pulgadas por debajo y abrazaderas de cuero por encima - una especie de zancos que elevan el pie y lo protegen contra la humedad. Así como en Europa, en un día de lluvia, ofrece uno su coche a un visitante, aquí se le ofrecen zuecos; por esto, me decía un danés de por aquí, no sin cierta gracia, que estos zuecos son los carruajes del país, por cierto muy baratos. En Popayán, Pasto, Almaguer y, especialmente en Chocó, en todas las regiones muy húmedas, es muy común el zueco; el temor de los hombres a mojarse es tan grande, que ninguna persona medianamente culta podría dar 3 pasos fuera de su casa, hacia el jardín, sin meter los pies en los zuecos, delicadeza qué llama mucho la atención entre hombres que año tras año han caminado descalzos y viven dentro de la mayor sencillez de costumbres. El que no está acostumbrado a caminar en zuecos, corre peligro de caer fuertemente - como nos sucedió en Cartago, en un paseo en que nos obligaron a usar los zancos. Las zuecos tienen la enojosa propiedad de resonar desde lejos como cascos de burro. Se dejan los zuecos en la puerta, como el coche; así lo hacía el gobernador en Almaguer, cuando nos acompañaba a la iglesia. Desde Santa Helena hasta el Valle de San Lorenzo o el Valle de Pancitará, el camino es muy peligroso por los voladores, precipicios: unos estrechos caminos para caminantes, de diez pulgadas de ancho, pegados a un despeñadero de 100 pies. Las rocas están muy desgastadas y en muchos puntos, caídas. No entiende uno cómo pueden las mulas cargadas andar por aquí con paso seguro (además sobre un húmedo suelo de greda). Si se hubieran despeñado, se hubieran perdido, no sólo las mulas sino también la carga, porque la caída rompe todo y el río es muy caudaloso - y a semejantes caminos en los Andes tiene uno que confiarles sus manuscritos, instrumentos y colecciones... El río Pansitará se creció tan rápidamente, que media hora después de haber estado nosotros en San Lorenzo (donde don Antonio Muñoz, un caballero descalzo) ya no pudo ser vadeado. El Valle de la Vega es, como todos los valles de los Andes, muy pintoresco. Su gran hermosura descansa en las caídas de agua, que relucen entre los matorrales con fulgor de plata. En la mayoría, el principio y el fin (pie) están cubiertas por ramas de árboles, pero el murmullo se origina en la cantidad de agua. Los robles estaban aquí totalmente floridos y se acababan de cubrir con fresco follaje. Desde que dejamos Europa (Aranjuez) no habíamos encontrado tan vivamente la hermosura de una vegetación de mayo, como aquí en la Vega. Todo un bosque con un amable y delicado verde amarilloso; nada tan igual a nuestra primavera. Se goza muy poco de este espectáculo en el trópico porque solo pocos árboles (como Caryocar amigdalí ferum, Quercus, Mimosa carita) arrojan a la vez todas sus hojas para recubrirse con nuevas, y porque esos escasos árboles forman poco follaje. La mayoría de los árboles (uno a uno) pierden aquí y allá una hoja que se repone inmediatamente. De San Lorenzo hasta Almaguer nos acompañó (el mayordomo de Poblazón), Muñoz, un joven hombre común pero agradable, quien nos fue muy útil cuándo nuestras mulas se cansaron y él nos dio las suyas. En la Vega existen muchos ciervos y no el pequeño cervus mexicanus, propio de las regiones cálidas y bajas, sino un gran ciervo con una poderosa cornamenta, probablemente cervus canadensis, si no el mismo europeo. Los perros de este lugar están maravillosamente adiestrados para perseguir a los ciervos en unas altas y rocosas paredes con una pendiente de 60°, hasta que éstos bajan y se refugian en el río. Aquí se rodea al atemorizado animal y se lo enlaza, lo cogen con el nudo alrededor del cuello. También hay aquí, como en el páramo de Puntaurcu, (cuyos picos se ven asomar sobre el pueblo de San Lorenzo y en cuya pendiente suroccidental está localizado el enorme pilón Teta de Mazamorra), en Cerro Gordo en Almaguer, en el páramo de Julián, muchos osos negros y frontines con una mancha blanca en el hocico. Estos, atemorizados, se defienden contra los hombres y, parados en las patas traseras tienen la misma altura que éstos. Dado que están bien alimentados, no es muy usual que ataquen al ganado vacuno. La forma de los valles y de las montañas, todo anuncia en los Andes inundaciones, temblores... tan tremendos y grandes como la cordillera misma. En el Valle de Pansitará se sorprende uno particularmente ante el volumen de masas de rocas, que se han despeñado sobre los valles. Otras, amenazando derrumbarse, parecen estar suspendidas en al aire.., y esto en una región donde los temblores de tierra son tan frecuentes como fuertes. Todas estas aguas de montaña son muy pobres en seres orgánicos; de pescados sólo hay Pescado Negro (Ver MSS. Animalia). Era muy raro que en el río Pansitará, donde cae con mayor fuerza el río Pansitará, chapuceara un Fulica. Sobre la colina, al otro lado del pueblo Pansitará, cuyo número de casas ha aumentado mucho recientemente, se ve el alto desolado de Cujurcu, San Julián. El primer páramo está hacia el norte de Pansitará, el último hacia el suroccidente. El primero es parte del Páramo de las Papas (debido a la cantidad de Solanum tuberosum que cultivan allá los indígenas), páramos de verdad de una altura no muy considerable: escasas 1600 t. Toda la parte de la Cordillera de los Andes, desde Sotará hasta Pasto, es más baja que la extensión del sur (Anti­sana, Chimborazo) y que la del norte (Puracé, Barragán, Tolima). Desde Sotará (y aún este volcán apagado escasamente alcanza la línea de las nieves perpetuas; sólo su borde exterior está cubierto con nieve permanente) hasta la Providencia de los Pastos, en una anchura de 2°, la cordillera no tiene nevados. Su lado más alto en esta línea generalmente tiene una altura de escasas 1800 to., puesto que, con excepción del Páramo de Socoboni, nunca se ven las cimas nevadas, ni siquiera durante corto tiempo. De norte a sur se ordenan en alturas así:

— Páramo de Tierradentro (Nevado)

— Páramo de Guanacas Nevado

— Páramo de Malvasa

—Volcán de Puracé Nevado

— Páramo de Paletará y Coconuco

— Volcán de Sotará Nevado, de éste nacen casi todos los ríos que forman el Patía,
Timbió, Quilcuasé Quilcaré, Smita, Guachicón; en su falda del sur está el pueblo del Río Blanco.

— Páramo de Cuyurcu.

— Páramo de Julián, y al oriente de ambos

— Páramo de las Papas del cual no nace el Río Magdalena, sino del

— Páramo de Socoboní, una alta roca cónica (dicunt) de rocosidad negra, volcán antiguo que supuestamente brama todavía. Aquí va un viejo camino sobre la Cordillera, desde Ti­maná hacia Pansitará, llamado Camino de Barandilla, muy complicado y lleno de peligros. El osado obispo de Popayán lo recorrió, pero estuvo a punto de morir en ello, debido a la carestía de víveres y porque las mulas no pudieron transportar la carga. Fue rescatado por los indígenas de Pansitará, San Sebastián... el cual está frecuentemente nevado, 2 lagunas, cada una de 2 - 3 leguas de longitud, la primera de Santiago y la última de la Magdalena, debido a que allí nace el río. El Cauca nace más hacia el occidente y más abajo en la pendiente, pero se cree que su fuente sea una salida de la Laguna de la Magdalena; se prefiere creer esto, ya que el pueblo se inclina mucho a pensar que los ríos nacen de lagunas.

— Páramo de Iscansé, igualmente una montaña cónica puntuda que yo vi desde Almaguer. En su pendiente occidental está el pueblo de S. Juan. Entre éste y Socoboní, a partir del pueblo de Pongo, parte un viejo camino que conduce en 3 días de viaje a S. Rosa y de ahí a Mocoa ¡¡Se introducía contrabando brasilero río arriba, por el Amazonas y el Caquetá, por ese camino, y por tal motivo se ha escrito mucho sobre su prohibición.

— Páramo de Achupallas, del cual nace el R. Sambingo; este páramo queda más al occidente de los altos, en S. Pablo.

— Páramo de Tayumbina, del cual nace el Mayo, río hasta el cual llegaron las victoriosas armas de los incas; armas e idioma. Dado que este último aún reina en Popayán y Almaguer, se debería casi pensar que el territorio de los incas se extendía más; sin embargo, esto sólo fue consecuencia del tráfico por las fronteras, además de que en los primeros tiempos de la Conquista los indígenas fueron tan arbitrariamente arrastrados de una región a otra que así se extendieron las lenguas.

_______________

[Al margen]: Vea la continuación en al gran libro azul p. 13.
_______________
DIARIO VII bb. y c. 282n,R - 280n,R - 280n,R