ENTREVISTA

Los tiempos de la gráfica - Entrevista retrospectiva de María Wills

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MW: Tu obra temprana se concentró en desarrollar una maestría para dibujar desde el punto de vista realista, pero resaltando siempre tu interés por la luz.

OM: Hay varios aspectos determinantes en relación con el trabajo que realizaba en la época: por un lado, la incorporación de la fotografía al lenguaje artístico, a través del pop y del arte conceptual. Y, posteriormente, como referente de ese fuerte renacer del realismo y el hiperrealismo a comienzos de los setenta. Creo que la Documenta dedicada al hiperrealismo fue a comienzos de los setenta. Yo me sentí absolutamente atraído por este tipo de trabajo, sin embargo, para mí era esencial representar la luz y la sombra en los espacios y sobre las cosas. En esos momentos iniciales aún no estaba presente un interés conceptual por la fotografía, era más como una intermediación entre el mundo y el dibujo, una traducción que daba un carácter documental y atmosférico que no tenían mis trabajos anteriores.

Los primeros dibujos realistas de colombianos que vi y que me impresionaron en ese momento fueron de los de Santiago Cárdenas y de Darío Morales en una de las bienales que organizó La Tertulia; por otro lado, Fernell Franco ya había mostrado en Ciudad Solar su inolvidable serie Las prostitutas, tomada en Buenaventura.

MW: En ese momento estabas pensando en el dibujo más puro y tradicional, alineado con el fotorrealismo; pero ¿en qué momento empezaste a querer desintegrarlo? Se podría decir que cuando empiezas a trabajar con el polvo de carbón, y ya no con trazos, estás desintegrando también el oficio del dibujo. ¿Cómo se dio ese paso?

OM: Yo no diría que en ese momento esos dibujos estaban precisamente dentro de una línea tradicional, más bien la figuración realista, apoyada por la fotografía supuestamente fría y documental, ponía una distancia ante otras figuraciones más cercanas al expresionismo. Creo que entre nosotros, es decir, el grupo que trabajaba en Cali, Medellín y Bogotá, la crisis aparece en los años ochenta. En algunos círculos hubo una oposición fuerte al realismo y al dibujo. Me acuerdo de una exposición que se organizó en la Galería Garcés Velásquez, se llamaba, creo, Por fin pintura; esto ocurría, obviamente, porque había un cierto cansancio con el dibujo y el realismo. La pintura llegaba como un respiro. De cualquier manera yo he pensado que el dibujo no es una técnica. Es algo que siempre está en nuestra vida y en nuestra mente, es parte de nuestra idea de la estructura de las cosas.

Más que técnica, el dibujo es también borde que divide los cuerpos de un fondo, pero a la vez es la estructura. Lo podemos ver claramente en las fotos del movimiento de Eadweard Muybridge, llega un momento en el que se vuelven bordes de luz y líneas. Luego es un juego de líneas que crea movimiento. Finalmente, esas líneas, más que bordes, son la estructura del movimiento. Entonces la función de borde se pierde. Joseph Beuys dice: "El dibujo para mí existe ya en el pensamiento.

Si los significados completos e invisibles del pensamiento no están en una forma, nunca resultará un buen dibujo".

MW: ¿Y por este camino atenúas la línea del dibujo tradicional y diluyes la realidad en tu trabajo posterior?

OM: Tal vez como un proceso inverso del revelado. Tengo un recuerdo inolvidable: la primera vez que necesité una fotografía para mi trabajo y estaba de visita en la casa de Fernell Franco, entré al cuarto oscuro y vi cómo una pinza empezó a mover un papel blanco en el revelador para que fuera apareciendo una imagen; me quedé perplejo, sin respiración… Ese tipo de experiencia, más allá de cada técnica, relacionada con la imagen en su sentido más abierto, sin duda marcó mi trabajo.

MW: ¿Has fotografiado como parte de tu obra? ¿O tu obra reflexiona sobre lo fotográfico sin que hagas las tomas?

OM: Yo tomo fotos, como todo el mundo, pero no es eso lo que me interesa. Meinteresan mucho las fotos hechas por otros. Había un prejuicio en los setenta,aunque todos lo hacíamos, podría ser un poco vergonzante revelar que no nosparábamos al frente de la realidad para dibujarla, sino que estaba mediada por lafotografía. Con el tiempo me he dado cuenta de que son esas mediaciones las queme interesan. Siempre mi trabajo, y especialmente los últimos, parte de documentoshechos por otros. Por el contrario, en el video Fundido a blanco (en el que hehecho una especie de retrato como lo dibujaría tal vez al comienzo de mi carrera)aparece muy presente la cámara, la ventana, el vidrio que refleja y una fotografía.

MW: Volviendo a la época de tus dibujos, recuérdanos quién más, además de Ever Astudillo, trabajaba en esa dualidad de la gráfica y la ciudad.

OM: Éramos una especie de grupo dedicado a la gráfica. Ever Astudillo entraba y salía, María de la Paz Jaramillo, quien vivía en Cali en ese momento y era muy activa, tan alegre y tan vital, fue un factor aglutinante para este grupo, por ella conocí los secretos del grabado, nos reuníamos con cualquier excusa y armábamos proyectos para trabajar juntos.

Al comienzo creamos con ellos un colectivo, liderado por Pedro Alcántara, llamado Taller Gráfico Experimental de Cali; también hacía parte de él Phanor Leon, un muy buen dibujante. Alquilamos un pequeño espacio, participamos en algunos portafolios juntos, pero si no recuerdo mal, duramos poco tiempo; sin embargo, creo que de allí nació el interés de Pedro por trabajar un ambicioso portafolio llamado el Graficario de la lucha popular en Colombia. Para este hice una litografía con una imagen muy influenciada por el neorrealismo italiano y derivada de la serie Los inquilinatos.

Creo que a partir de allí este taller se convirtió en una empresa mayor llamada Corporación Prográfica. Hice varios trabajos con ellos aunque ya no hacíamos parte ni María de la Paz ni yo de esta empresa.

MW: Las bienales de artes gráficas fueron sin duda clave de este florecimiento. Pero hay que decir que en Cali había además bastantes eventos y espacios para la promoción de las artes.

OM: La Bienal propició una expansión de todas las perspectivas gráficas desde el grabado, la serigrafía, la punta seca, y amplió las posibilidades del dibujo como un medio expresivo en sí. La bienal, además, permitía conocer la producción gráfica y abría posibilidades de comunicación entre los países de norte, centro y sur América.

Había bienales de artes gráficas en esa época y antes, pero yo no participaba porque estaba muy niño. También hubo un evento importante que organizaba el Museo La Tertulia, la Bienal Panamericana de las Artes. Los recuerdos que tengo de mis contactos iniciales con las artes son de cuando era niño y mi mamá me llevaba a ver las exposiciones de La Tertulia, en el barrio San Antonio, donde estaba este espacio inicialmente. La Tertulia mostró en esa época obras de Fernando Botero, Enrique Grau, Alejandro Obregón, artistas muy reconocidos en ese momento, también de Omar Rayo, Lucy Tejada, David Manzur, con algunas de sus obras abstractas, Norman Mejía, Pedro Alcántara y Alejandro Obregón, entre otros. Era una casa pequeña, con un patio y cuatro cuartos, pero con la inmensa visión de Maritza Uribe de Urdinola, cuya gestión me parece una maravilla.

Tener el impulso de montar un museo de arte moderno, el primero que hubo en Colombia, se fundó en 1968. Allí vimos las obras de los artistas más reconocidos de la modernidad colombiana. Ese movimiento modernista que la crítica Marta Traba impulsaba lo pudimos tener en La Tertulia.

Había además una conexión cercana entre un público muy interesado, los artistas y sus obras. No sé si lo estoy distorsionando por la distancia del tiempo, pero se estaba conformando una escena muy dinámica en esos años.

Ciudad Solar fue además un espacio de encuentro clave para todos estos creadores que se consolidaron como el Grupo de Cali en el que estaban Hernando Guerrero, Ramiro Arbeláez, Andrés Caicedo, Luis Ospina, Carlos Mayolo y Eduardo Carvajal. Allí se hacían exposiciones y había un cineclub, entre otras actividades.

Siento que a partir de los ochenta se dio un rompimiento en ese proceso, un aislamiento de los artistas y ese público que se estaba creando. Tal vez por esto parcialmente, ya en 2007, me interesó impulsar Lugar a dudas como una plataforma de encuentro que funciona a través de convocatorias para obras y curadurías en dos pequeños espacios expositivos: una sala interior y la vitrina; también es un espacio para residencias de artistas y curadores. En el espacio se ha ido construyendo un buen centro de documentación para libre consulta.

Semanalmente se hacen proyecciones de películas y varias iniciativas para acercar a las personas a la creación artística.