El día ha amanecido regular, aunque algo entoldado y con anuncios visibles de próxima lluvia. Aprovechando la circunstancia de hallarse nublado el sol, he salido a copiar cuatro palmeras de distintas especies, que se hallaban en el bosque a poca distancia de nuestro rancho, cuyos dibujos deseaba añadir a la colección que de ellas tengo ya reunida: eran éstas la llamada Mil pesos, de tan gallarda forma como útil y sabroso fruto, la coco-dátil, sumamente espinosa, que hace los lugares donde crece de todo punto intransitables.
La aguará, cuyo tronco describe casi siempre una curva, y que parece a lo lejos una escoba inmensa, con las hojas vueltas para arriba, y por último, la que lleva el nombre vulgar de zancona, por las muchas raíces adventivas que brotan de su tronco, a veces hasta a más de un metro de altura, y cuyas hojas relativamente cortas, anchas y escaroladas no pasan de cuatro o cinco alrededor de un cohollo estrecho, flexible y largo que les sirve de remate. Esta crece sobre su esbelto y delgado tallo hasta una altura que la permite dominar los árboles más corpulentos, y es uno de los más bellos ornatos de las selvas intertropicales.
1873-03-17