
La vegetación no se diferencia en este lugar de la que observamos en las últimas horas de la anterior jornada. Sólo llamaron nuestra atención, al aproximarnos al rancho donde habíamos de pasar la noche, unas florecillas ya mustias, caídas sobre nuestro sendero, que, por su forma y su fragancia, eran muy parecidas al Jacinto o al Nardo, y procedían de una orquídea que nos fue imposible alcanzar, por hallarse en un árbol muy elevado, y a la altura de más de veinte metros.
Mientras disponían la comida, y después de ella, no descansé un instante, copiando otras dos bellas palmas, conocidas con los nombres vulgares de San Pablo y Corunta, y una orquídea de flor roja semejante en la forma a una piña o anana.
Enero 31 de 1873