El Sr. Bermúdez es uno de esos hombres que en nuestro idioma se califican con un adjetivo especial, que no tiene correspondencia en ningún otro; es lo que llamamos un hombre campechano. A sus modales finos y corteses, reúne un buen humor envidiable; y aunque su edad pasa de cincuenta años, da y recibe una broma con la misma jovialidad que un muchacho de veinte. Nos detuvimos a conversar con él un rato, mientras los peones conducían a las barquetas nuestras provisiones y nuestro ligero equipaje, y terminaba yo un dibujo del polluelo, no cubierto aún de plumas, de un ave acuática, bastante particular, a que aquí dan el nombre de gallineta, y de la madre a quien seguía.