Gente1873-02-19Río Orteguaza, Caquetá, ColombiaTomo IX
Antes de cerrar la relación de este día, quiero dar a mis lectores una idea, aunque sea ligera, de ciertas costumbres de estos indios, que, a pesar de haber aceptado algunas de las prácticas de la civilización, conservan, sin embargo, una tendencia indestructible hacia la libertad absoluta de la vida errante, por las orillas de los ríos y la espesura de los bosques. Hay para esto una razón, que, sin acudir a otras muchas, explica por sí sola el fenómeno; y es la sobriedad del indio, satisfecha sin dificultad alguna con los productos espontáneos del suelo en que vive.
Los más acostumbrados a la vida sedentaria, mudan frecuentemente de residencia, y les basta con desmontar un corto espacio de terreno, donde entierran algunos renuevos de plátano, riegan un puñado de maíz, y plantan unas cuantas matas de yuca y ñame, con lo cual, al cabo de unos cuantos meses, tienen ya su subsistencia asegurada. Estas plantaciones las hacen siempre junto a las márgenes de los ríos, donde la pesca es muy abundante, y cuentan además con los huevos de tortuga, de que extraen la suficiente cantidad de grasa para condimentar sus guisados, por demás sencillos, porque la cocina india no ha adquirido aún el refinamiento artificial, muchas veces nocivo, de la cvilización, en todos los pueblos que se llaman cultos.
Tomo IX
Indios cazando con bodoquera y curare
1873-03-24
Gutiérrez de Alba, José María
Acuarela sobre papel gris
21,5 x 15,8 cm
conservan, sin embargo, una tendencia indestructible hacia la libertad absoluta de la vida errante, por las orillas de los ríos y la espesura de los bosques
El indio se considera feliz poseyendo una canoa, que él mismo fabrica; su arco y sus flechas, que le sirven a un tiempo para la pesca y la caza; su bodoquera y algunas flechitas a que dan el mismo uso, envenenándolas con curare; un rancho en que habitar, cuya construcción les cuesta sólo algunos días de trabajo, un calabazo de pequeñas dimensiones en que encerrar la chica o alguna otra tinta para pintarse el cuerpo, y otro calabazo más pequeño aún, donde encierran el ambir, que no es otra cosa que el extracto de una decocción de tabaco muy concentrada, con la cual mezclan algunas cenizas de vegetales para darle más fortaleza. El uso de esta sustancia, llamada ambir, es tan extravagante como sucio: redúcese a tomar con un palito una pequeña cantidad del líquido negro y espeso que la mezcla forma, y untarse la lengua repetidas veces, saboreándolo con delicia. En las personas no acostumbradas a tomarlo, el uso del ambir produce una embriaguez casi instantánea, que suele durar muchas horas.