— MAURICIO NIETO
“ …no entiendo cómo los españoles, imitadores diligentísimos de lo extranjero y que tan bien saben aprovechar los inventos ajenos, no han adaptado todavía a sus usos ni han llevado a sus tierras y cultivado este género de grano, que usado convenientemente es de sobremanera saludable tanto para los sanos como para los enfermos, de fácil cultivo, que nace ubérrima y segurísimamente casi en cualquier suelo y está poco sujeto a los perjuicios de la sequía y demás rigores del cielo y de la tierra, y mediante el cual podrían tal vez librarse del hambre y de los innumerables males que de ella derivan”1.De la planta que llaman COCA peruana, afirma Hernández:
“Mezclan las hojas masticadas con polvo de almejas quemadas, y dan a esta mezcla forma de píldoras que ponen a secar y usan después. Llevadas éstas y removidas en la boca, dicen que extinguen la sed, nutren extraordinariamente el cuerpo, calman el hambre cuando no hay abundancia de alimento y bebida, y quitan el cansancio en las largas jornadas”2.Del PÍCIETL, hierba yetl, o tabaco, escribe el naturalista español:
“Veamos ahora sus propiedades bien conocidas por diaria experiencia: las hojas puestas a secar, envueltas luego en forma de tubo e introducidas en cañutos o en canales de papel, encendidas por un lado, aplicadas por el otro a la boca o a la nariz, y aspirando el humo con boca y nariz cerradas para que penetre el vapor hasta el pecho, provocan admirablemente la expectoración, alivian el asma como por milagro, la respiración difícil, y las molestias consiguientes. Y no sólo de las enfermedades dichas es remedio este vapor aspirado de la manera indicada, sino también de las afecciones del útero, y principalmente de las sofocaciones que suelen provenir de la subida del mismo, pues aplicado el medicamento vuelve al punto a su propio sitio, cesa el síncope, y se alejan la angustia y la muerte que ya se había apoderado en gran parte del cuerpo de la mujer enferma. Se fortalece con él la cabeza, se produce el sueño, se calma el dolor, el estómago recobra sus fuerzas, se cura la jaqueca, se embota el sentido de las penas y trabajos, e invade por completo el ánimo un reposo de todas las potencias (que podría casi llamarse embriaguez).
Las mismas hojas, verdes, ablandadas y como marchitadas con las manos untadas de aceite, calentadas luego y aplicadas a la boca del estómago y a la región correspondiente de la espalda, pero de suerte que no alcancen al hígado, que irritarían e inflamarían, favorecen la digestión y curan el empacho de modo notable. Reducen, aplicadas, las infamaciones del bazo, calman los dolores que provienen del frío, limpian las heridas cancerosas y antiguas, crían carne y favorecen la cicatrización poniendo en la herida algunas gotas del jugo de las hojas un poco machacadas, espolvoreándola luego con polvo de las hojas secas, y cubriéndola al fin con las mismas hojas de que se extrajo el jugo. Sanan de igual manera las heridas de la cabeza, siempre que ni los nervios ni los huesos estén dañados o perturbados. Mitigan, calentadas, los dolores de los dientes, envolviendo con ellas la parte dolorida o introduciendo su masilla en los dientes huecos o agujereados”3.
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1. Francisco Hernández, Historia Natural de Nueva España, México, Universidad Nacional de México, 1959, vol. I, Historia de las plantas, Libro sexto, capítulo XLIV.
2. Francisco Hernández, Historia Natural..., vol. II, Libro vigésimo primero, capítulo LXXII.
3. Francisco Hernández, Historia Natural..., vol. II, Libro sexto, capítulo XLIV.