Fernando Botero (Medellín, 1932) es, sin lugar a dudas, en el mundo de la plástica, el artista colombiano más reconocido de todos los tiempos. Su merecida fama ha sido el producto de más de seis décadas de infatigable labor, estudio y dominio de las técnicas pictóricas del Renacimiento italiano y de un hallazgo particular, su propio estilo. Según ha contado el artista en varias oportunidades, se hallaba pintando una naturaleza muerta con mandolina, cuando por casualidad tomó la decisión de reducir el hueco central del instrumento; el tamaño de la mandolina adquirió proporciones descomunales y la forma se cargó de una inusitada sensualidad.
Mandolina sobre una silla es un óleo sobre tela, de 1957. Esta obra inauguró la Colección de Arte del Banco de la República. En ella se observa claramente una silla tapizada de color rosa, que se entremezcla a la izquierda con la pared del mismo color; al lado de esta pared, también en el fondo, una franja azul vertical con ciertos reflejos rosa crea la inmaterialidad de una profundidad no mesurada. En el asiento de la silla, geométricas manchas de carnaciones construyen el tapizado sobre el cual descansa una mandolina. El volumen de la figura nos resulta agigantado y la forma atrae especialmente nuestra atención. Debajo de la silla se observa otro instrumento, acaso un clarinete de color negro. Al lado de este hay una manzana verde que parece flotar. La obra participó en la exposición ''Salón de Arte Moderno'', Biblioteca Luis Ángel Arango, del 19 al 29 de noviembre de 1957, donación con motivo de la ''V Reunión de Técnicos de los Bancos Centrales del Continente Americano'' realizada en Bogotá, en noviembre de 1957. El nombre inicial de la obra En rojo y azul se cambió por Mandolina sobre una silla con base en la afirmación del maestro Botero sobre el nombre real de la pieza.